La adoración a una celebridad o algún personaje famoso por lo general no representa más que un entretenimiento. El estilo de vida de los famosos crea fascinación, que compran, a donde viajan, sus relaciones personales. Esto no es de extrañar ya que detrás de ellos existe todo un equipo publicitario que contribuye a que llamen la atención. En muchos casos esa es la idea.
Muchos jóvenes sienten amar a sus ídolos, bien sea porque les resultan atractivos físicamente, por el tipo de vida que llevan o por admiración de su desempeño como en el caso de los deportistas.
Es sorprendente ver como son capaces de hacer cualquier locura por estar cerca de ellos. Como conocen sus vidas y siguen sus pasos. Este enamoramiento es bastante común en la adolescencia y no suele durar mucho más tiempo que el que dura esta etapa. Al llegar a la adultez las cosas se ven y se sienten diferentes y nuestro amor pasa a ser solo alguien que nos gusta artísticamente hablando o quizás hasta pasa al olvido.
El problema está cuando el interés sobrepasa los límites de lo racional. Cuando se convierte en una obsesión. Cuando la persona sufre y vive en carne propia las experiencias de su ídolo. Puede llegar a creer incluso que mantiene una relación real con este personaje y que sus acciones y palabras están dirigidos a él y no a un público en general.
Este caso no debe tomarse a la ligera porque podemos estar frente a una personalidad neurótica que reflejan altos niveles de inseguridad. Un fanatismo desmedido puede llevar a sentimiento de depresión, ansiedad y baja autoestima.
Se han conocido muchos casos de fanáticos que llevados por su amor no correspondido han atentado contra sus ídolos causándoles incluso la muerte.